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En los 40 años que le tomó al pueblo de Israel atravesar el desierto y conquistar la “Tierra Prometida” enfrentó a diferentes tipos de enemigos. Uno de ellos fueron los amalecitas, un pueblo nómada constituido principalmente por guerreros despiadados que se dedicaban a robar y saquear a los pueblos pacíficos que los rodeaban. Pero esta característica no es la más llamativa de los amalecitas, lo que distingue a este pueblo por encima de los demás es que se constituyeron “enemigos de Dios”.

“Nunca te olvides de lo que los amalecitas te hicieron cuando salías de Egipto. Te atacaron cuando estabas cansado y agotado, e hirieron de muerte a los más débiles que se habían quedado atrás. No tuvieron temor de Dios.” (Deuteronomio 25:27-28) NTV

Los amalecitas eran depredadores, vivían de lo producido por los demás, se dedicaban a robar y matar a todo aquel que tenía algo de valor. Eran los saqueadores del desierto. Israel tuvo que enfrentarlos en varias oportunidades, hasta que fueron raídos por completo de la tierra.
Los 40 años de Israel en el desierto, enfrentando diferentes batallas, venciendo enemigos y conquistando nuevos territorios, nos refleja las pruebas, luchas y batallas que enfrentamos los cristianos en nuestro diario caminar. Dios nos llama a todos a seguirlo, pero no todos estamos dispuestos a pagar el precio. En el caso de Israel, eran sólo 400 kilómetros los que hubieran podido recorrer hasta llegar a la Tierra Prometida. Un trayecto que quizás podrían haber logrado en 40 días, pero les llevó 40 años. La dureza del corazón del pueblo, la falta de fe, el “querer volver atrás”, hizo que el recorrido fuera mucho más largo de lo previsto.
Amalec se interpuso entre el pueblo de Dios y su destino. Amalec es el enemigo que viene contra tu vida cuando estás cansado y agotado, cuando sientes que ya no te quedan fuerzas para seguir. Viene a frustrar tu propósito, a robarte los sueños, a hundirte bajo amenazas y temor. Lo que Amalec no sabía era que en el mismo momento en que decidió atacar a Israel estaba firmando su propia sentencia de muerte.

“Dijo: «Por cuanto han levantado su puño contra el trono del Señor, ahora el Señor estará en guerra con Amalec de generación en generación.” (Éxodo 17:16) NTV

Moisés subió a la montaña para orar e interceder en favor de Israel con sus manos extendidas al cielo, mientras Josué y los guerreros de Israel peleaban la batalla en el valle. Cuando las manos de Moisés estaban en alto, Israel vencía. Pero cuando sus brazos se cansaban y bajaban, Amalec prevalecía. “Así que Aarón y Hur le pusieron una piedra a Moisés para que se sentara. Luego se pararon a cada lado de Moisés y le sostuvieron las manos en alto.” (Éxodo 17:12) NTV

¿Cuentas con alguien que pueda sostener tus brazos en medio de la batalla hasta que Dios te de la victoria sobre todos tus enemigos? Esta es una pregunta que todo cristiano debería hacerse. ¿Quiénes son tus tutores? ¿Con cuantas personas cuentas que puedan sostener tus brazos en medio de la batalla hasta lograr la victoria completa?

Todo hijo de Dios debe tener su propio monte de oración. Un lugar apartado en su hogar, donde pueda clamar al cielo e interceder en favor de su vida, su familia, su ciudad y su país. Un lugar donde pueda tener intimidad con Dios y recibir estrategias del cielo para tener victoria sobre toda circunstancia.
Las manos de Moisés se mantuvieron firmes hacia el cielo hasta la puesta del sol. Como resultado, Josué aplastó al ejército de Amalec en la batalla. Después de la victoria, el Señor dio a Moisés las siguientes instrucciones: «Escribe esto en un rollo para que sea un recuerdo perpetuo, y léelo en voz alta a Josué:

“Yo borraré por completo la memoria de Amalec de debajo del cielo”». Entonces Moisés edificó un altar en ese lugar y lo llamó Yahveh-nisi (que significa «el Señor es mi estandarte»). (Éxodo 17:14-15) NTV

Todo depredador que haya venido contra tu vida, toda amenaza que se haya levantado en contra de tu persona, tu casa, tu familia, tu presente y tu futuro, será destruida. Si levantas a Jehová sobre tu vida como tu estandarte, Él te dará la victoria sobre todos tus enemigos.
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