VENCIENDO EL ESPÍRITU DE INTIMIDACIÓN CON UNA MENTE RENOVADA
Nuestra mente es un campo fértil. Como toda buena tierra, ella germina las semillas que son plantadas (ideas – pensamientos), y con el tiempo se ven los frutos. Si las ideas y pensamientos que cultivamos son buenos, tendremos como resultado frutos de vida, bendición, paz y abundancia. Si por el contrario damos lugar a pensamientos negativos, las raíces de esas semillas comenzarán a extenderse por nuestra mente, condicionando nuestra forma de ver y comprender la realidad, dando a luz eventualmente frutos podridos de maldición.
En (1 de Reyes 19:1-18) vemos al profeta Elías siendo intimidado por una amenaza de muerte. Un mensajero le transmitió las palabras que la reina Jezabel había mandado a decir, y el hombre de Dios las oyó, las creyó, y actuó en consecuencia. Dice la Biblia que “Elías tuvo miedo, y huyó para salvar su vida” (1 Reyes 19:3) NTV. Huyó al desierto, y cuando sus fuerzas se habían agotado se sentó debajo de un árbol y oró al Señor pidiendo morirse.
Es impresionante el daño que una mentira del enemigo puede causar en nuestra vida si elegimos creerla. El profeta Elías era un hombre a quien Dios usaba grandemente. De hecho, justo antes de recibir esta amenaza, Elías había obtenido una gran victoria frente a los profetas de Baal. ¿Cómo puede ser que este gran hombre de Dios, a quien Dios respaldaba con señales y maravillas pueda ser tan fácilmente intimidado con unas simples palabras? Esto tiene que servirnos para reflexionar sobre nuestros propios caminos. Generalmente los ataques del enemigo vienen luego de una gran victoria. Es en esos momentos, que confiados por el reciente triunfo, bajamos la guardia y dejamos expuestas las áreas más vulnerables de nuestro ser.
Elías tuvo miedo y huyó. Corrió al desierto, allí donde no hay vida. Las malas semillas distorsionan nuestra capacidad para analizar y comprender la realidad. Nos hacen tomar decisiones equivocadas, llevándonos a destinos de sequía y muerte. Pero grande es el amor de nuestro Dios, que allí en nuestro lugar de desesperación, se presenta para brindarnos socorro. En medio del desierto, el ángel del Señor alimentó al profeta con pan y agua. ¡Jesús es nuestro pan de vida! Él es el manantial de agua fresca, que fluye para traernos vida donde no la hay.
El profeta continuó corriendo durante 40 días y 40 noches hasta Horeb, el monte de Dios. Cuando por fin llegó, se escondió en una cueva. Elías seguía sufriendo las consecuencias del veneno de la intimidación que todavía corría por sus venas. El temor hace que busquemos refugio en lugares equivocados. La cueva es un lugar de oscuridad que te impide ver aquello que está afuera. Si quieres encontrarte con Dios es necesario que salgas de la cueva.
(1 de Reyes 19:9) “Y allí se metió en una cueva, donde pasó la noche. Y vino a él palabra de Jehová, el cual le dijo: ¿Qué haces aquí, Elías?”. Si tu vida está desenfocada, si fuiste victima de la intimidación del enemigo y equivocadamente buscaste refugio en alguna cueva, hoy Dios se para a tu lado y te pregunta: ¿QUÉ HACES AQUÍ?
¡Es tiempo de salir! Tu destino está afuera de la cueva. “Él le dijo: Sal fuera, y ponte en el monte delante de Jehová” (1 de Reyes 19:11). Dios quiere tener un encuentro contigo para renovar el espíritu de tu mente. El quiere sacar el veneno de las malas semillas que corre por tus venas. El quiere cambiar tu manera de pensar y de ver la realidad, quiere darte un nuevo propósito. Dios quiere mostrarte cuál es el destino de victoria que planeó para tu vida. Su voz es un silbo apacible y delicado que nos habla susurrando al oído: Despierta de tu sueño. No fuiste creado para vivir en una cueva rodeado de oscuridad, acorralado por tus miedos. ¡Sal fuera, y vence la intimidación en mi nombre!
El espíritu de nuestra mente se renueva cuando tenemos un encuentro con Dios. No hay intimidación que pueda hacer frente a una vida llena de propósito. Llevarás a cabo el plan diseñado por los cielos con una mente renovada.