LA CARTA DEL PERDÓN (Filemón 1:1-25)
El libro de Filemón es una carta que redacta el Apóstol Pablo con la ayuda de su hijo espiritual Timoteo cuando ya era anciano y se encontraba preso por predicar el evangelio en alguna de las prisiones que tenía el antiguo imperio Romano.
Las cadenas, los barrotes de hierro y los cerrojos, no podían detener el ministerio del Apóstol. Aún desde la prisión no cesaba de predicar la buenas noticias de Cristo, compartiendo y discipulando a todo aquel que se acercara a su lugar de confinamiento. Una de las tareas más importantes que el Apóstol tenía en ese momento, era la de escribir cartas a las diferentes iglesias que él había fundado por los países del mundo antiguo. Gracias a esa tarea, hoy en día podemos disfrutar de la inagotable riqueza espiritual que dichas misivas contienen. Una de esas cartas, es la que se conoce como “la carta del perdón”, y es la que dirige a su hijo espiritual Filemón.
Filemón era un hombre de negocios de origen griego, que se convirtió al cristianismo por causa del mensaje de Pablo. Había sido discipulado por él, y era el líder espiritual de la congregación que se reunía en su casa. Esa iglesia tenía un ministerio de compasión y consolación a los santos que eran perseguidos por causa de Jesucristo.
Era común en esa época, que una persona con recursos económicos tuviera a su servicio mano de obra esclava. Era el sistema económico y cultural que predominaba en el siglo I para emplear personas, y continuó por varios siglos más hasta su total abolición. En “la carta del perdón” dirigida a Filemón, el apóstol Pablo sienta los principios cristianos que más adelante llevarían a a fundamentar la abolición de la esclavitud en los Estados Unidos, Inglaterra y el resto del mundo, igualando a todos los hombres como hermanos en Cristo, hijos de Dios, independientemente de la relación contractual, económica o cultural predominante de la época.
En el capítulo 1 versículo 16 de la carta a Filemón, el Apóstol Pablo dice así acerca de Onésimo:
“Él ya no es como un esclavo para ti. Es más que un esclavo, es un hermano amado, especialmente para mí. Ahora será de más valor para ti, como persona y como hermano en el Señor.” NTV
Onésimo había sido uno de los trabajadores al servicio de Filemón. En un momento de su vida, sustrae “algo” (la Biblia no especifica) de la casa de Filemón y se escapa, abandonando el servicio a su amo. Por algún motivo el imperio romano lo apresa, y por designio divino va a parar a la misma cárcel donde estaba detenido el Apóstol Pablo. Allí Onésimo conoce a Pablo, recibe a Jesús en su corazón, se arrepiente de sus pecados, y recibe el perdón de Dios. Durante toda la estadía de Onésimo en prisión, Pablo se encarga de discipularlo, pero el Apóstol no se detiene allí, Pablo intercede por él ante Filemón para restaurar en vínculo y la relación que se había destruido, ofreciendo el mismo pagar por la deuda de Onésimo.
“Así que, si me consideras tu compañero, recíbelo a él como me recibirías a mí. Si te perjudicó de alguna manera o te debe algo, cóbramelo a mí.Yo, Pablo, escribo esto con mi propia mano: «Yo te lo pagaré»…” (Filemón 1:17-19) NTV
Así como Cristo tomó nuestro lugar y pagó la deuda por nuestros pecados, de una forma similar Pablo asume el lugar de Filemón en la deuda y la pone a su cuenta. En esta breve carta, Pablo nos da una clase práctica y magistral de lo que significa el perdón, la redención y la restauración. En una carta que el Apóstol envía a la iglesia de Corinto escribe lo siguiente sobre el mismo tema:
“De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí, son hechas nuevas.” (2 Corintios 5:17) LBLA
El perdón sana, el perdón libera, el perdón restaura. Nuestro ministerio aquí en la tierra es el ministerio de la reconciliación. Estamos para acercar las almas a Cristo reconciliando al hombre con Dios.
Si usted no perdona sufrirá al menos 4 consecuencias directas en su vida:
- Si usted no perdona primero a su prójimo, Dios no lo puede perdonar a usted por sus faltas. Es el requisito esencial y primero para poder recibir después el perdón de Dios por nuestras propias faltas.
- Cuando usted no perdona, usted frena el obrar de Dios en su interior. Su vida se detiene y todo lo que Dios preparó para su vida entra en pausa.
- Si usted retiene el perdón hacia su prójimo, usted frena la justicia y la redención divina. Sigue ligado a la falta que le cometieron en lugar de entregarla en las manos de Dios, y de esa manera impide que Dios intervenga y le haga justicia.
- Si usted no perdona, la tierra se vuelve estéril, el cielo se cierra, se vuelve de bronce y las bendiciones de Dios no llegan a su vida.
Así es el camino del perdón y la redención. Si Dios lo ha perdonado, usted tiene que perdonar. Lo invito a poner en práctica esta misma semana el principio básico del perdón. No deje pasar un día más sin perdonar a aquellos que le han fallado. No importa lo que le hayan hecho, perdonar es tanto una decisión como una obligación del cristiano para poder vivir una vida plena y abundante en Cristo Jesús.
“Más bien, sean bondadosos y compasivos unos con otros, y perdónense mutuamente, así como Dios los perdonó a ustedes en Cristo.” (Efesios 4:32) NVI
“Porque si perdonan a otros sus ofensas, también los perdonará a ustedes su Padre celestial.” (Mateo 6:14) NVI
“Y cuando estén orando, si tienen algo contra alguien, perdónenlo, para que también su Padre que está en el cielo les perdone a ustedes sus pecados.” (Marcos 11:25) NVI