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UN ACTO DE FE PROFÉTICO
¿No sería fantástico estar siempre en el lugar indicado, en el momento preciso haciendo lo correcto? A menudo escucho a la gente decir: ¡Cómo predí el tiempo! También me suelen decir: ¡Si tan sólo hubiera sabido esto, hoy no estaría viviendo esta situación! La vida se les escurre entre los dedos mientras ocupan sus días tomando decisiones que nada tienen que ver con la perfecta voluntad de Dios para ellos.
Es por eso que los hijos de Dios deben ser entendidos en los tiempos. El buen sembrador sabe CÓMO sembrar, DÓNDE sembrar, y sobre todo CUÁNDO sembrar, el tiempo propicio para plantar la semilla. Es en este punto donde el don de profecía se vuelve de vital importancia para la vida del cristiano, ya que por medio de él los hijos de Dios podemos anticipar los tiempos que vendrán, y de esa manera estar preparados.

Los actos proféticos son acciones materiales llevadas a cabo en el mundo natural, en fe y obediencia a una Palabra concreta recibida de parte de Dios para una situación específica.

En la Biblia podemos ver varios ejemplos de actos proféticos, como el caso de Moisés convirtiendo las aguas amargas de la región de Mara en agua dulce, Josué y el pueblo de Israel rodeando las murallas de Jericó hasta que cayeron, el profeta Eliseo y la viuda buscando tinajas para que sean llenas de aceite, y Jesús convirtiendo el agua en vino en las bodas de Caná de Galilea.
Si hay algo que une a cada uno de estos ejemplos, es la dirección divina para obrar. Ninguno de ellos actuó conforme a su propio deseo o voluntad, sino que todos fueron dirigidos por Dios. En (2 Reyes 3:4-24) vemos el ejemplo opuesto: Joram rey de Israel, decidió ir a la guerra junto al rey de Judá y el rey de Edom, sin consultar previamente a Dios. Se dejó llevar por sus impulsos, y como consecuencia de ello casi mueren en el desierto.

“Salieron, pues, el rey de Israel, el rey de Judá, y el rey de Edom; y como anduvieron rodeando por el desierto siete días de camino, les faltó agua para el ejército, y para las bestias que los seguían.” (2 Reyes 3:9) RVR 1960

Cuando tomas decisiones de vida sin la guía previa del Espíritu Santo te diriges al desierto, y allí no hay sustento ni recursos. Lo pierdes todo aún sin haber entrado en batalla. Ir a la guerra sin Dios, es caminar hacia la muerte.

“Pero el rey Josafat de Judá preguntó: —¿Acaso no hay ningún profeta del Señor con nosotros? Si es así, podemos preguntarle al Señor por medio de él qué debemos hacer…” (2 Reyes 3:11) NTV

Si usted tomó decisiones importantes en su vida sin la guía divina, corra por ayuda. Busque un hombre de Dios que lo aconseje para reencontrar su camino. La primer señal visible que acompaña a los hijos de Dios es la VIDA. Aún si tienes que atravesar el desierto, cuando Dios te envía no te faltará el agua.

“Ustedes no verán viento ni lluvia, dice el Señor, pero este valle se llenará de agua. Habrá suficiente para ustedes, para su ganado y para los demás animales;” (2 Reyes 3:17) NTV

Rápidamente los tres ejércitos comenzaron a cavar pozos en medio del desierto. Desfallecidos, agotados por el calor abrazador, con hambre y deshidratados, siguieron cavando pozos, creyendo que el agua vendría. Cuando Dios habla lo imposible se vuelve real. Tus fuerzas se renuevan, y recobras la esperanza.

“Al día siguiente, como a la hora que se ofrecía el sacrificio matutino, ¡de repente apareció agua! Fluía desde Edom, y pronto hubo agua por todos lados.” (2 Reyes 3:20) NTV

Dios no permitirá que el enemigo te venza, pero debes buscar su guía y dirección antes de tomar decisiones importantes. La oración profunda, la adoración y meditar en su Palabra, ponen en sintonía todo su ser con el espíritu de Dios. Querido hermano, amado amigo, en este mes de profecía procure hallar la guía de Dios. El le dará la estrategia que debe seguir para salir del desierto y tener victoria sobre todos sus enemigos.

Recuerde: aunque esté en medio del desierto y no vea viento ni lluvia, si Dios dio la Palabra, el agua vendrá.