PIEDRAS VIVAS
Nuestras vidas son un instrumento que sirve para edificar el reino de Dios en la Tierra. Cristo es la piedra principal, y nosotros junto con él colaboramos en la construcción. Es interesante recordar que la mayor parte del ministerio de Cristo fue llevado a cabo en las calles. Resulta llamativo si lo comparamos con la vida cristiana del siglo XXI, donde las organizaciones, las iglesias, y los edificios de reunión acapararon la centralidad en el desarrollo de la vida cristiana.
La Biblia dice en (1 Pedro 2:5) lo siguiente:
“Y ustedes son las piedras vivas con las cuales Dios edifica su templo espiritual. Además, son sacerdotes santos. Por la mediación de Jesucristo, ustedes ofrecen sacrificios espirituales que agradan a Dios.” NTV
¿Qué significa ser una piedra viva del templo de Dios? ¿Cuál es el llamado que siempre hemos tenido?
La piedra sirve para establecer cimientos y para edificar. Pero no somos elementos inertes que formamos parte de un decorado o una pared. No estamos llamados a ser un ladrillo más del templo, permaneciendo inmóviles frente a la necesidad de este mundo. Por el contrario la Biblia nos llama “piedras vivas”, material vivo que Dios utiliza para edificar su templo. En ese sentido, nuestro primer llamado es a restaurar, levantar y edificar a todo aquel que no conoce a Cristo aún, “la piedra viva principal del templo de Dios” (1 Pedro 2:4). Glorificamos a Dios cuando mostramos su amor a los demás, cuando brillamos en un mundo de oscuridad, cuando nos volvemos “la sal de la vida” que brinda sabor a todo lo que nos rodea.
Como sacerdotes, tenemos la facultad de vincular al hombre con Dios. Somos mediadores entre el cielo y la tierra, y representamos de mejor manera el carácter de Cristo cuando imitamos su ejemplo: haciendo milagros, sanando a los enfermos, liberando a quienes están cautivos en prisiones espirituales, mostrando el amor de Dios por el mundo.
Así como Dios tuvo misericordia de nosotros y nos rescató del camino de muerte por el que andábamos, de la misma manera nosotros debemos hacer con el prójimo. El corazón de Dios no es indiferente, no pasa de largo ante la necesidad, Dios no abandona. El mejor ejemplo de esto lo enseña Jesús con la parábola del “buen samaritano”.
“Entonces pasó un samaritano despreciado y, cuando vio al hombre, sintió compasión por él. Se le acercó y le alivió las heridas con vino y aceite de oliva, y se las vendó. Luego subió al hombre en su propio burro y lo llevó hasta un alojamiento, donde cuidó de él. Al día siguiente, le dio dos monedas de plata al encargado de la posada y le dijo: “Cuida de este hombre. Si los gastos superan esta cantidad, te pagaré la diferencia la próxima vez que pase por aquí”. (Lucas 10:33-35) NTV
El samaritano no pasó de largo, se detuvo y ejerció el verdadero sacerdocio. Él tuvo compasión por el dolor ajeno. Dejó todo lo que estaba haciendo y suplió la necesidad. Dedicó tiempo y cuidado para sanar las heridas. Se hizo cargo, pagó un precio. Ése es el verdadero sacerdocio. En ese momento, el samaritano se convirtió en una “piedra viva” del templo de Cristo, llevando su amor y misericordia allí donde estaba la necesidad inmediata.
Un día Jesús se detuvo por tu vida. El señor cuando te vio no pasó de largo. Te cargó en sus brazos, limpió tus heridas, te dedicó tiempo y pagó por vos, el precio más alto que jamás se haya pagado (precio de cruz). Entregó su vida para rescatar la tuya, por amor a vos.
No nos cansemos de hacer el bien porque a su tiempo segaremos. El verdadero cristiano muestra el amor de Dios y su misericordia en la calle, allí donde está la necesidad. El verdadero sacerdocio se experimenta cuando damos a otros de la misma manera que Dios nos dio a nosotros. Por lo tanto:
Si recibimos amor, de la misma manera debemos amar.
Si recibimos perdón, de la misma manera debemos perdonar.
Si Dios tuvo compasión de nosotros, de la misma manera debemos tener compasión por los demás.
Si Dios tiene paciencia con nosotros, y nos cuida con amor y dedicación, de la misma manera nosotros debemos ejercitar esa paciencia para con los demás, cuidando de las almas con amor y dedicación.
En esta semana Dios va a poner un “prójimo en tu camino”, alguien a quien los demás ignoran pasando de largo, alguien con necesidad. Haz con él como Dios hizo contigo, detén tu marcha y ten misericordia de él. Te sorprenderás al ver cómo Dios utiliza tu vida. Permite que el amor de Dios pase a través de tus manos, y conviértete en una “piedra viva”.
“Así que no nos cansemos de hacer el bien. A su debido tiempo, cosecharemos numerosas bendiciones si no nos damos por vencidos. Por lo tanto, siempre que tengamos la oportunidad, hagamos el bien a todos, en especial a los de la familia de la fe.” (Gálatas 6:9-10) NTV