LA FE VICTORIOSA
(Marcos 9:14-29)
En una oportunidad Jesús encontró a sus discípulos discutiendo en la multitud con algunos maestros de la ley religiosa. Había entre ellos un joven poseído por un espíritu maligno que le provocaba convulsiones, sordera y mudez. Era un espíritu que estaba consumiendo la vida del joven, en ocasiones también lo arrojaba al fuego y otras veces al agua para quitarle la vida. Los discípulos de Jesús habían intentado liberarlo, pero no pudieron.
El padre del joven le dijo a Jesús:
“Ten misericordia de nosotros y ayúdanos si puedes. —¿Cómo que “si puedo”? —preguntó Jesús—. Todo es posible si uno cree.” (Marcos 9:22-23) NTV
La duda es el principal enemigo de la fe. Aquel que cree en Dios no se apoya en las probabilidades ni en las circunstancias. Nuestra fe está cimentada sobre la roca firme, Cristo Jesús quien venció al pecado, al mundo, a la muerte y está hoy sentado a la diestra del Padre triunfante y victorioso. Su gran amor por nosotros es el respaldo de nuestra fe. Su poder es ilimitado, su dominio es eterno. Nuestra fe es victoriosa porque no conoce derrota. No hay nada imposible para aquel que pone su fe en Dios.
Jesús reprendió al espíritu inmundo que estaba dentro del joven utilizando su fe y el poder de su palabra. Al instante el espíritu maligno salió y el joven quedó sano. Ése es el poder de la fe victoriosa. Puede deshacer toda obra del infierno, todo plan de muerte. Aquello que al enemigo le toma años construir en tu contra, puede ser deshecho en un instante a través de la fe y el poder la palabra.
Cuando creemos la Palabra de Dios y ponemos por obra sus mandamientos, algo sobrenatural sucede. Todo lo creado, tanto lo visible como lo invisible debe sujetarse a la palabra de su Creador. La Palabra de Dios es eterna. Su poder no disminuye con el paso del tiempo, sigue siendo efectiva por todas las generaciones. Ella permanece y continúa haciendo la obra por la cual fue enviada.
“Y estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán.” (Marcos 16:17-18) RVR
Jesús reprendió demonios, sanó a los enfermos y liberó a los oprimidos. Estas son las señales que siguen a una iglesia victoriosa, una iglesia que se mueve en amor, en fe y en milagros. Como hijos de Dios y representantes del reino de los cielos en la Tierra, tenemos poder y autoridad para liberar a los oprimidos, para deshacer toda obra de maldad, y para transformar vidas por medio de la fe victoriosa en Jesucristo.