“Jehová es mi pastor, nada me faltará.” (Salmo 23:1) RVR
Siempre fue el propósito de Dios que el hombre viva de manera plena, caminando a su lado en bendición, disfrutando de la comunión de su presencia sin escasez de ningún tipo. La caída del hombre en el huerto del Edén, abrió la puerta para que el hambre, la desnudez, la escasez, la muerte y la enfermedad azotaran al hombre. Pero para cada mal que el diablo generó, Dios ya tenía preparado un antídoto universal, eficaz y eterno. Ese antídoto se llama JESUCRISTO, nuestro “Gran Libertador”. La obra de Cristo en la cruz es completa. Él es nuestro libertador, en el cuerpo, en el alma y en el espíritu.
CUERPO: Sanó todas nuestras dolencias y enfermedades. (Isaías 53:4)
ALMA: Pagó con su propia sangre el precio de rescate por nuestra alma. (Juan 3:16)
ESPÍRITU: “Y ustedes no recibieron un espíritu que de nuevo los esclavice al miedo, sino el Espíritu que los adopta como hijos y les permite clamar: «¡Abba! ¡Padre!»” (Romanos 8:15)
Esta libertad que experimentamos los cristianos por medio de Jesucristo se aplica en todas las áreas de la vida, entre ellas la económica.
Un día, Jesús estaba enseñando a las multitudes a la orilla del mar. Eran tantas las personas que se habían acercado que decidió subirse a una barca para seguir enseñando. Cuando terminó de hablar, le dijo a Simón: —Ahora ve a las aguas más profundas y echa tus redes para pescar.
“—Maestro —respondió Simón—, hemos trabajado mucho durante toda la noche y no hemos pescado nada; pero si tú lo dices, echaré las redes nuevamente.” (Lucas 5:5) NTV
Debemos aprender a escuchar la voz de Dios. Más allá de lo que diga nuestra experiencia, o nuestro limitado conocimiento humano. Tampoco importa si parece ilógico, o si las circunstancias que nos rodean dicen lo contrario. La bendición de Dios está en la obediencia a su Palabra.
“Y esta vez las redes se llenaron de tantos peces ¡que comenzaron a romperse!” (Lucas 5:6) NTV
Jesús es tu libertador. Él vino para romper y deshacer toda cadena de esclavitud que está atando la economía de tu familia. Él quiere darte una visión nueva para que puedas ver un futuro allí donde ves derrota. Su Espíritu nos da la confianza, el valor y la seguridad para emprender cuando el fracaso, la duda y el temor, intentan paralizarnos.
“Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio.” (2 Timoteo 1:7) RVR
Fue tan grande el milagro de provisión divina, que tuvieron que pedir ayuda a otra barca para no hundirse por el peso de los peces en la red. Las bendiciones de Dios son plenas y abundantes. No llegaron de casualidad, Simón se encontró con Jesús cuando estaba TRABAJANDO. Fue su barco el que permitió que Jesús predicara a las multitudes desde la orilla, y fue su barco también el que recibió el milagro de la provisión divina luego de haber intentado pescar toda la noche. A veces creemos que lo que tenemos en nuestras manos es poco, otras veces ya lo hemos intentado todo (como en el caso de Simón) y pensamos que no hay respuesta. Pero ese mismo día, mientras Simón se encontraba lavando las redes vacías luego de una noche larga sin pescar nada, Jesús se subió a la barca.
Cuando Jesús se sube a tu barca, todo cambia. Lo imposible se vuelve realidad. Las cadenas de esclavitud que te aprisionaban se rompen, y te hace verdaderamente ¡LIBRE!
Pero el mayor milagro que experimentó Simón ese día no fue la pesca milagrosa, sino el llamado a convertirse en discípulo de Cristo.
“No temas; desde ahora serás pescador de hombres —le dijo Jesús a Simón. Así que llevaron las barcas a tierra y, dejándolo todo, siguieron a Jesús.” (Lucas 5:10-11) NVI
Cuando “el libertador” se sube a tu barca ya nada es igual. No sólo se rompieron las cadenas de esclavitud económica y de escasez que Simón estaba experimentando. Ese día su vida adquirió un nuevo sentido. Desde ese momento en adelante Simón – Pedro se convirtió en discípulo de Cristo y pescador de almas. Su destino fue mudado al dejarlo todo y seguir a Cristo.
“Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes son verdaderamente libres.” (Juan 8:36) NTV