Había una vez un poderoso guerrero, General del ejército Sirio llamado Naamán. La Biblia dice que era un hombre honrado y respetado, muy amado por su rey ya que le había dado importantes victorias a lo largo de su carrera. Sin embargo, ningún honor, privilegios, victorias o dinero podían curarlo de la enfermedad mortal que padecía en su piel, lepra.
La lepra era una enfermedad incurable que atacaba la piel y los tejidos del cuerpo. Quien la padecía, debía sufrir el castigo social de vivir aislado de la población rodeado de otros leprosos esperando la muerte.
La Biblia nos cuenta que había muchos enfermos de lepra en Israel en esa época. Sin embargo Dios en su inmensa misericordia decidió sanar a Naamán. ¿Qué tenía de particular este General sirio que no tenían los leprosos de Israel? ¿Por qué Dios decidió sanarlo a éste y no a los demás? Eso no lo sabemos, pero sí sabemos que antes de recibir el milagro su corazón fue probado.
“Eliseo le mandó a decir mediante un mensajero: «Ve y lávate siete veces en el río Jordán. Entonces tu piel quedará restaurada, y te sanarás de la lepra».” (2 Reyes 5:10) NTV
El General sirio se enojó mucho, ¡el profeta ni siquiera lo recibió en persona! lo mandó a zambullirse en el río Jordán siete veces, sin darle ninguna explicación. Nada sucedió como Naamán pensó que sucedería. Se ofendió, y dudó acerca de cumplir el mandato del profeta. Finalmente luego de reflexionar con algunos de sus oficiales, obedeció, aún sin entender mucho lo que estaba haciendo.
La bendición de Dios no está en hacer las cosas como nosotros pensamos, creemos o como a nosotros nos gustaría. La bendición viene cuando obramos en obediencia.
La duda es un enemigo que se para frente a tu vida para impedir que la bendición llegue, es lo contrario a la fe. El General sirio logró sortear ese gran obstáculo. Venció a la duda, venció su orgullo, renunció a tratar de comprender o racionalizar la fe y obedeció, creyendo que el milagro finalmente vendría si cumplía el mandato del profeta.
“Entonces Naamán bajó al río Jordán y se sumergió siete veces, tal como el hombre de Dios le había indicado. ¡Y su piel quedó tan sana como la de un niño, y se curó!” (2 Reyes 5:14) NTV
5 CLAVES PARA RECIBIR UNA BENDICIÓN:
- LA BENDICIÓN DE DIOS ROMPE TODA MALDICIÓN: Así como la lepra consume partes del cuerpo llevando a la persona a la muerte, de la misma manera las maldiciones van matando diferentes áreas de nuestro ser hasta acabar con nosotros.
- FE: Usted tiene que creer que la bendición de Dios vendrá, tiene que esperar el milagro. “De hecho, sin fe es imposible agradar a Dios. Todo el que desee acercarse a Dios debe creer que él existe y que él recompensa a los que lo buscan con sinceridad.” (Hebreos 11:6) NTV
- LA BENDICIÓN SE BUSCA: Naamán creyó que el profeta de Israel podía sanarlo. Pero no se quedó solo con el deseo, puso su fe en acción. Naamán armó el equipaje, alistó sus caballos, preparó su carruaje, su comitiva de oficiales y viajó hasta la casa del profeta.
- OBEDIENCIA: Naamán fue obediente, aún cuando su razón le decía lo contrario. Su corazón fue probado, renunció a su orgullo, obró en fe conforme a la palabra del profeta y recibió el milagro.
- DEPENDER DE DIOS: Las siete zambullidas en el río hablan de constancia. No recibió el milagro con una sola zambullida, ni con dos ni con cinco. Fue necesario que se sumerja en el río siete veces. Quizás el milagro que esperabas no vino en la primer zambullida, pero sigue insistiendo, sigue confiando, sigue creyendo en fe, camina en obediencia. Haz una nueva zambullida en el río, y otra, y otra, y otra, y otra, hasta que el milagro suceda, porque le milagro vendrá.
“Toda la alabanza sea para Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo, quien nos ha bendecido con toda clase de bendiciones espirituales en los lugares celestiales, porque estamos unidos a Cristo.” (Efesios 1:3) NTV