Todo deudor es esclavo de su acreedor. Hoy en día el ser humano sigue sufriendo diferentes tipos de esclavitud:
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EMOCIONALES: Situaciones de conflicto no resueltas entre personas. Falta de perdón, enojos, ira, envidia, celos, contiendas. Relaciones rotas.
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DEUDAS CON UNO MISMO: Sueños que nunca se cumplieron. Metas y objetivos que pensabas lograr en determinada etapa de tu vida, y todavía no alcanzaste.
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DEUDAS MATERIALES: Obligaciones de pagar o devolver a alguien por la entrega de algún bien o servicio.
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DEUDAS CON DIOS: Todos nacemos con un propósito específico dado por Dios, pero no todos tomamos la decisión de llevarlo a cabo.
“Los ricos son los amos de los pobres; los deudores son esclavos de sus acreedores” (Proverbios 22:7) NVI
Las deudas son causas pendientes abiertas en tu contra que otorgan derechos sobre tu persona al acreedor. Tarde o temprano, toda causa pendiente vendrá contra tu vida a cobrarse aquello que se le debe. Jesús vino a darnos vida, y vida en abundancia. Él quiere que nosotros experimentemos la abundancia y plenitud de su libertad en todas las áreas de la vida.
“Así que si el Hijo los libera, serán ustedes verdaderamente libres.” (Juan 8:36) NVI
En el libro de (2 Reyes 4:1-7) nos cuenta la historia de una mujer viuda. Ella había sufrido recientemente la muerte de su esposo y había heredado una deuda imposible de pagar, estaba en crisis. En esa época era costumbre que los acreedores se llevaran a los hijos del deudor como esclavos por la falta de pago de lo adeudado. La mujer desesperada acudió al profeta Eliseo solicitando su ayuda.
“Eliseo le preguntó: —¿Qué puedo hacer por ti? Dime qué tienes en casa. Ella le contestó: -Esta servidora de usted no tiene nada en casa, excepto un jarrito de aceite.” (2 Reyes 4:2) DHH
Cuando Dios nos hizo, nos creó de manera completa. Proveyó a nuestras vidas todo lo que necesitamos para llevar adelante su propósito en la Tierra. La viuda estaba desesperada, acudió al profeta en busca de una respuesta, creía que la solución a sus necesidades vendrían de afuera. Sin embargo, la solución a sus problemas ya había sido provista por Dios, estaba en su propia casa.
“Entonces Eliseo le dijo: —Pues ve ahora y pide prestados a tus vecinos algunos jarros, ¡todos los jarros vacíos que puedas conseguir! Luego métete en tu casa con tus hijos, cierra la puerta y ve llenando de aceite todos los jarros y poniendo aparte los llenos.” (2 Reyes 4:3-4) DHH
No menosprecies aquello que Dios ya ha puesto en tu vida. El puede tomar lo escaso y convertirlo en abundante. Lo poco que tu tienes, en las manos de Dios no tiene límites. Hasta donde tu fe alcance, Dios puede obrar. ¿Hay vasijas vacías en tu casa? ¿Hay algún área en tu vida con un hueco imposible de llenar por tus propios medios? Dios es el Dios de lo imposible, Él es el Dios creador de los cielos y la tierra, Él llena con su esencia aquello que aún no existe.
El milagro que esperas no está afuera de ti, está a tu alcance. Aquello que necesitas para lograr tus objetivos ya ha sido provisto por Dios a tu vida.
En otra oportunidad, Jesús le pidió a sus discípulos que le dieran de comer a la multitud. Ellos, al igual que la viuda también dijeron: “no tenemos nada, excepto… unos panes y unos pocos peces”.
Dios trabaja con aquello que viene después del “excepto…”. Aquello que necesitas para tu milagro ya ha sido puesto por Dios en tus manos. Hasta donde puedas creer, Dios puede hacer.
Cuando David mató al gigante, no tenía nada en sus manos excepto… una honda. La misma honda que utilizaba para proteger a sus ovejas cuando las llevaba al pastar el en campo. El rey Saúl intentó ponerle su armadura, pero era imposible lograr la conquista con las herramientas de otro.
Yo te pregunto: ¿qué es lo que Dios ha puesto en tus manos? Eso es lo que Él quiere utilizar para bendecir y prosperar tu vida. Prosperarás y serás un canal de bendición para otros.
La viuda llenó todos los jarros que había conseguido. En el instante en que se acabaron los jarros, cesó el aceite. Con todo el aceite que juntó, no sólo canceló todas sus deudas, sino que también tuvo suficiente para sustentar a su familia. Ninguno de los temores que azotaron la mente de la viuda llegaron a cumplirse. El poder de Dios es más grande que cualquiera de tus temores. El milagro de Dios estaba a su alcance.
La medida de tu fe determinará la grandeza del milagro de Dios.
“El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos apertura de la cárcel.” (Isaías 61:1) RVR