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EL PERDÓN DIVINO

(Jonás 1:1-17)
El libro de Jonás cuenta la historia de un profeta fugitivo, que intentó escapar de la presencia de Dios huyendo al punto más remoto posible. El mandato de Dios era simple:

“Levántate y ve a la gran ciudad de Nínive. Pronuncia mi juicio contra ella, porque he visto lo perversa que es su gente.” (Jonás 1:2) NTV

El pecado de la ciudad era tan grande, que había subido hasta la presencia de Dios reclamando un juicio divino. Jonás sabía que Dios es clemente y compasivo, grande en misericordia, y como deseaba el castigo de la ciudad decidió huir en dirección opuesta a su llamado.

“Ahora bien, el Señor mandó un poderoso viento sobre el mar, el cual desató una violenta tempestad que amenazaba con despedazar el barco.” (Jonás 1:4) NTV

Cuando huyes de Dios, la tormenta te persigue. No hay escapatoria para aquel que sabiendo hacer lo bueno, elige hacer lo malo. La desobediencia desata la tormenta, la rebelión se paga con crisis.

“Como la tormenta seguía empeorando, le preguntaron: —¿Qué debemos hacer contigo para detener esta tempestad? —Échenme al mar —contestó Jonás— y volverá la calma. Yo sé que soy el único culpable de esta terrible tormenta.” (Jonás 1:11-12) NTV

¿Está atravesando alguna tormenta en su vida? ¿Siente que hay vientos contrarios que le impiden avanzar y ponen en riesgo todos sus planes? Pruebe con obedecer a Dios. En la obediencia está la recompensa. La Biblia dice que en el instante en que los marineros arrojaron a Jonás al agua, la tormenta se detuvo.

La obediencia detiene la tormenta.

El relato es fascinante. El libro de Jonás cuenta que Dios tenía preparado un gran pez para tragarse a Jonás. El profeta pasó tres días y tres noches dentro del vientre. Finalmente, en medio de la oscuridad absoluta, oliendo a pescado podrido y sumergido en los ácidos estomacales de ese gran pez, el profeta buscó el rostro del Señor y se arrepintió.

“Entonces Jonás oró al Señor su Dios desde el interior del pez y dijo: «En mi gran aflicción clamé al Señor y él me respondió. Desde la tierra de los muertos te llamé, ¡y tú, Señor, me escuchaste!” (Jonás 2:1-2) NTV

El gran pez expulsó a Jonás de su vientre, lo devolvió a la costa y el profeta cumplió su propósito. Anunció el juicio de Dios y el llamado al arrepentimiento. La ciudad entera fue conmovida. Todos, desde el rey hasta la persona más pequeña y aún los animales hicieron ayuno, se arrepintieron de su mala manera de vivir y buscaron el rostro de Dios.
El juicio divino fue suspendido. Aún a pesar de la multitud de sus errores, a pesar de sus muchos pecados, el arrepentimiento abrió paso a la misericordia divina y ninguno pereció.

El arrepentimiento sumado a la obediencia y al cambio de actitud, da lugar a la misericordia divina. Es el plan de Dios que ninguno perezca. Allí donde abunda el pecado, también abunda la gracia.

“pero mientras más pecaba la gente, más abundaba la gracia maravillosa de Dios. Entonces, así como el pecado reinó sobre todos y los llevó a la muerte, ahora reina en cambio la gracia maravillosa de Dios, la cual nos pone en la relación correcta con él y nos da como resultado la vida eterna por medio de Jesucristo nuestro Señor.” (Romanos 5:20-21) NTV